El faro está afianzado en la roca, no importa dónde se lo construya.
A veces el faro es reconstruido en otras zonas mientras cambia el clima y las condiciones.
El mismo faro, el mismo guardián del faro, siempre afianzados en la roca.
El faro está ahí para hacer una cosa: hacer brillar la luz.
El propósito de la luz a menudo es cambiado. A veces es un aviso, a veces está allí para atraer la atención y a veces está ahí para guiar a los otros respectos a estas cosas.
Cualquiera sea el propósito, siempre está anclado en la roca.
Los que construyen y operan el faro saben algo que los otros no saben. Ellos saben dónde están las rocas, dónde está el problema y están allí para guiar a los otros respecto a estas cosas.
Cuando la luz es capaz de ayudar a conducir a los barcos a salvo a la bahía, el faro se regocija.
El guardián del faro podría entristecerse por aquellos barcos que no alzaron la vista para ver el faro y terminaron chocando desastrosamente contra las rocas.
El faro tiene un propósito y es el de hacer brillar la luz.
Cuantas veces hemos intentado ser faro en la vida de los demas, tratando de alumbrar con nuestra luz, la de la experiencia, la de la sabiduria que nos otorga el tiempo, la del amor incondicional, la de la entrega, la de la confianza, cuantas mis queridos companeros del mismo sendero.
Continuemos anclados en la roca de la sabiduría y hagamos un mantenimiento constante a la pureza de la luz que exhibimos. Nuestros faros pueden ir a donde nosotros querramos en la Tierra, pero debemos de asegurarnos de que cada vez que decidamos detenernos, se afiancen nuevamente en la roca y hagan brillar bien la luz.
Rocio