domingo, 20 de septiembre de 2009





PROFESIAS MAYAS


Hacia la evolución de la conciencia
Las profecías mayas no anuncian el fin del mundo en el 2012. Anuncian un cambio en la manera de vivir. Quienes puedan adecuarse, cambiar su manera de entender la creación y elevar su frecuencia vibratoria, podrán acompañar el cambio de los tiempos. Los que sigan actuando según los viejos patrones de conducta, quedaran en el camino. Formamos parte de un organismo muchísimo más grande que nosotros y que fundamentalmente está vivo. Somos parte de algo mucho mayor, y es hora de que comprendamos de que se trata. A veces, las tragedias son necesarias para activar nuestra consciencia y evitar una catástrofe mayor. Ojalá podamos ir aprendiendo a ser mejores como personas, a entender qué es lo verdaderamente importante y a vivir como verdaderos seres humanos. No por el planeta, no por el universo, sino por nosotros mismos. De eso se trata todo esto, el planeta sigue y seguirá vivo con ó sino nosotros. Es una elección que debemos tomar activamente, o cambiamos y elevamos nuestra frecuencia, encontramos la paz y la armonía o desaparecemos como especie. De eso se trata.Estimulémonos a buscar nuestro camino, a entrar en contacto con su ser y desarrollarse interiormente. La gran maravilla de todo esto es que si desarrollamos nuestra propia espiritualidad, seremos nosotros los que nos veremos beneficiados. Viviremos una vida más armónica, tranquila y pacífica, nuestras relaciones serán más sanas y verdaderas y su vez estaremos contribuyendo con el cambio de los tiempos. No hay un único camino, cada uno debe encontrar el suyo, todos los caminos son distintos aspectos de lo mismo. Ya sea que busquemos nuestro contacto interior, mediante la filosofía, la meditación, el yoga o la religión, cualquiera de ellas, nos va a llevar a lo mismo. A una visión más amplia de la vida y de nosotros mismos, al autoconocimiento que es el fin último de todas las tradiciones antiguas.Que el 2012 nos encuentre unidos, vibrando en una frecuencia más alta de amor y armonía.

fuente: María Eugenio Miqueo

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