El Guerrero de la Luz medita.
Se sienta en un lugar tranquilo de su tienda
y se entrega a la luz divina.
Al hacer esto,
procura no pensar en nada:
se desconecta de la búsqueda de placeres,
de los desafíos y de las revelaciones,
y deja que sus dones y poderes se manifiesten.
Aunque no los reciba en el mismo momento,
estos dones y poderes están cuidando de su vida,
y van a influir en su quehacer cotidiano.
Mientras medita,
el guerrero no es él,
sino una centella del Alma del Mundo.
Son estos momentos los que le permiten entender su responsabilidad,
y actuar de acuerdo a ella.
Un Guerrero de la Luz sabe que,
en el silencio de su corazón,
existe un orden que lo orienta.
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