sábado, 31 de octubre de 2009


El viejo cacique de la tribu, que estaba teniendo una charla con sus nietos acerca de la vida, les dijo:
- Una gran pelea está ocurriendo dentro de mí, una pelea entre dos lobos.
Uno de los lobos es maldad, temor, ira, celos, envidia, dolor, rencor, avaricia, arrogancia, culpa, resentimiento, mentira, orgullo, egolatría, competitividad y superioridad.
El otro es bondad, valor, alegría, paz, esperanza, serenidad, humildad, dulzura, generosidad, ternura, benevolencia, amistad, empatía, verdad, compasión y amor.
Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes y dentro de todos los seres humanos de la Tierra.
Los niños quedaron en silencio por un minuto y después uno de ellos preguntó a su abuelo:
- ¿Y cuál de los dos lobos crees que ganará?
El viejo cacique respondió simplemente:
- Ganará el lobo que alimente.
En nuestro mundo emocional existe una continua lucha entre estos dos “lobos”, que representan dos tendencias: la que nos empuja hacia la violencia y la destrucción y la que nos mueve a amar, cuidar y crear.
Nadie nace educado emocionalmente. Este aprendizaje se puede hacer mejor o peor, pero es peligroso dejarlo al azar puesto que nos jugamos nuestro equilibrio y nuestra felicidad.
Desde nuestra infancia aprendemos a gestionar nuestras emociones a partir de las influencias y modelos que nos proporciona nuestro entorno. Así, lentamente, vamos construyendo “nuestros hábitos del corazón”, unos cimientos que van a determinar si el edificio de nuestra vida emocional selevanta recto o torcido, firme o desequilibrado. La lucha entre “los dos lobos” provoca un caos interior que nos crea malestar. A menudo improvisamos, tanteamos, caemos, y probamos soluciones que empeoran nuestro sufrimiento.
En otras ocasiones tenemos éxito y, entonces, nos sentimos bien: hemos hallado la respuesta emocionalmente más ecológica e inteligente.
Estamos convencidos de que gran parte de nuestro sufrimiento es evitable y derivado, en buena medida, de una incorrecta gestión emocional. Tal y como dice el cuento, “alimentar el lobo bueno” es una decisión que nos reportará armonía y equilibrio vital, pero es una decisión que requiere esfuerzo, disciplina, perseverancia, voluntad y mucho amor.
No obstante, incluso si estos fundamentos del corazón se han colocado inicialmente mal, podemos plantearnos, ya adultos, efectuar reformas a fondo.

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