Uno sólo sabe lo que siente. El saber está relacionado más con el sentir que con la razón. Y hemos venido aquí para sentir.
Cuando nos rendimos a sentir hay una aparente pérdida de identidad, entendiendo por identidad ese conjunto de creencias y circunstancias externas o internas con las que nos hemos identificado, a las que hemos dado poder y sobre las cuales hemos creado una falsa sensación de identidad, un falso sentido del yo. Por ejemplo, una persona que se ha identificado con su enfermedad crea su identidad en torno a su enfermedad y se autodefine como un enfermo. No importa el título que le pongas a la enfermedad. La clave está en que esa persona ha puesto todo el poder en esa etiqueta. Lo mismo pasa con el que se identifica con el rol que ejerce (soy empresario, soy policía, soy pintor...) o con el que se identifica con su pasado (soy un desgraciado, soy ridículo, soy un víctima...). Mires como lo mires uno no es nada de eso. Es una falsa identidad.
Los yoguis dicen que somos nuevos a cada respiración. Y es cierto siempre y cuando te acuerdes de que así es. En el presente es donde realmente existes, es donde se forja y se enraíza tu verdadera identidad.
Y tú eres vida, amor y conciencia.
La identidad verdadera es un sentido interior que no requiere de ningún conocimiento ni de ninguna identificación. Está ahí desde el mismo momento en que elegiste llegar a este mundo. Podemos decir que la verdadera identidad es ese sentimiento o sensación de eternidad, de permanencia, que se mantiene a lo largo de la vida mientras todo a nuestro alrededor crece y se transforma. El cuerpo crece, la experiencia externa cambia pero hay algo eterno que se mantiene, que se conserva y que existe invariablemente desde que llegaste al mundo. Es el ser. Es lo que los místicos llaman el observador.
Convertirse en observador, alcanzar la verdadera identidad es un proceso de cambio no libre de desafíos. Supone soltar todo a lo que uno, consciente e inconscientemente, se ha atado y esclavizado por años y apuntarse a un nuevo camino de descubrimiento y de novedad, un salto al vacío. Supone un proceso de transformación donde algo muere (el ego) y algo nace (el ser).
La verdadera revolución es interior, no exterior. A nivel exterior hay una suma de mecanismos manipuladores y ambientes empobrecidos en el que nos hemos desarrollado y en el que hemos aprendido a sobrevivir por necesidad. Es el instinto de autoconservación. Pero a nivel interior hay una luz emergente, un fenómeno que todos estamos experimentando en alguna medida y que supone un renacer de la esencia divina que somos, una respuesta a la pregunta de ¿quién soy yo?.
La transformación interior no es un proceso que uno tenga que hacer. La vida es sabia, tiene un propósito y trata de manifestarlo constantemente, segundo a segundo. Es en el presente, en el ahora donde podemos tener acceso a esta sabiduría y donde podemos facilitar el alineamiento con ella. La transformación interior no se "trabaja" como dicen muchos relacionados con el desarrollo personal. Cierto que hay que hacer proceso pero el proceso no tiene que ser duro como el trabajo. Más bien es algo que uno puede permitir que ocurra simplemente rindiéndose a lo que es en el momento y dejando de luchar por lo que no es o por lo que uno cree que debería ser.
Nuestra civilización es incivilizada. Nos han mantenido fuera de nuestra verdadero poder, nuestro poder interior. Pero tenía que ser así. Formaba parte del plan. Ahora todo está cambiando pero cambia desde el interior. Cada persona que se abre a su interior está aportando una nueva luz al mundo. Y por resonancia puede contagiar y transformar el exterior de manera definitiva. La dirección es el amor. Porque no hay otra realidad. Pero hasta que no lo sientas no lo sabrás.
La sabiduría nace del amor. Permitir que el amor se expanda por todo tu interior es el regalo más grande que puedes recibir. Percibir que eres parte de algo más grande que te incluye y te trasciende, que estás aquí para participar de algo mágico y sublime, es un regalo divino. Y todos vamos hacia ello. No hay elección. Aunque exteriormente cueste verlo interiormente es una realidad. Pero la vida tiene un plan y siempre termina desarrollándolo.
La transformación interior es inevitable, vivirlo de frente es la elección.
Jorge Santana Valentín
Asesor Intuitivo, Medicina del Alma, Facilitador de Biodanza.
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