Si estamos atrapados en nuestros propios pensamientos, no tendremos poder sobre ellos. Cuando los observamos conscientemente, nos separamos de ellos y nos convertimos en un “observador desapegado”. Así, podremos controlarlos y canalizarlos en la dirección que queramos. Para tener poder sobre algo, tenemos que poder verlo desde cierta distancia; observando, sin juzgar; y de este modo podremos contemplarnos a nosotros mismos con más claridad y objetividad.
Esa práctica nos ayuda a darnos cuenta de las influencias, tanto positivas como negativas, que hay en nuestra vida. Nuestra alegría interior, no puede depender de lo que pasa fuera de mí, sino de lo que pasa dentro de mí.
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