“En el principio fue el Verbo”, dice el Viejo Testamento, refiriéndose al sonido como fuerza creativa del Universo.
El sonido “AUM“, pronunciado generalmente como “OM“, se considera en la tradición hindú, el sonido impulsor de la formación del universo. Y la teoría del “BIG BANG”, la más aceptada actualmente acerca de la creación del universo en los ámbitos científicos, hace referencia a la gran explosión que originó la totalidad cósmica en permanente expansión.
Todo el universo está formado por átomos. Cada átomo está constituído por un núcleo (neutrones y protones) y un electrón o grupos de ellos que giran alrededor del núcleo, así como los Planetas lo hacen alrededor del Sol. El movimiento giratorio de los electrones da lugar a un pulso que crea una onda factible de ser percibida por nosotros como forma o materia.
Cuando los electrones de un cuerpo se mueven por causas mecánicas, se produce el Sonido. Esto implica que cada electrón de cada sustancia en la medida que posee movimiento, produce sonido, aunque no lo percibamos con nuestro oído. Igualmente, en la medida que cada elemento constitutivo del Universo posee movimiento, produce sonido y esto es lo que Pitágoras denominó “MUSICA DE LAS ESFERAS”.
Es decir que lo que percibimos como materia, no es otra cosa que “campos magnéticos resonantes”, o sea manifestación densa de sonido. En consecuencia, nuestro cuerpo físico, es un campo electromagnético resonante, como lo son también nuestros cuerpos sutiles. El sonido, no sólo modifica la estructura de una sustancia sino que también la configura.
Y esto es perfectamente demostrado por las figuras de Chladni. El científico alemán sometió arena colocada sobre una placa de metal a una vibración de ondas acústicas y las partículas se agrupaban formando patrones intrincados, configurando, en el caso de sonidos armoniosos, verdaderos mandalas geométricos.
Y esta capacidad del sonido para la configuración y transformación de la materia, es lo que constituye su capacidad curativa. Cada uno de nosotros está vibrando permanentemente. Cada molécula, célula, tejido, órgano, glandula, hueso y fluido de nuestro cuerpo tiene su propio índice de vibración.
Lo mismo ocurre con cada chakra y cuerpo sutil. Y el estado de salud, corresponde a una vibración armónica de cada una de las millones de células de nuestro organismo, las cuales vibran en resonancia con los patrones correspondientes de los cuerpos sutiles.
Estos patrones vibratorios pueden ser interferidos ya sea por causas externas (contaminación, medicación, mala alimentación, etc.) o internas (estados emocionales o mentales negativos), Esto produce un descenso del nivel vibratorio del cuerpo etérico, donde aparecen zonas más densas por donde la energía no puede fluír correctamente y esto implica que los órganos correspondientes a la zona etérica afectada comiencen a verse alterados.
A través del sonido administrado terapeúticamente, se puede reestablecer el patrón vibracional alterado, disolviéndose las zonas densas y recuperando el estado de salud. Utilizando el sonido aumentamos el nivel vibratorio de cada uno de los cuerpos, lo que se denomina ascenso de la frecuencia vibratoria. De este modo se aumenta y mejora la circulación de los nutrientes hacia la célula así como se aumenta y mejora la eliminación de toxinas, incrementando la vitalidad y disminuyendo el desgaste celular.
Edgar Cayce ha dicho: “Cualquiera que sea la causa del sufrimiento, el enfermo es alguien que sufre una falta de coordinación y sincronización entre sus cuerpos. Hay un desajuste y descoordinación vibratoria que lo ha llevado a la enfermedad del cuerpo físico. Y esta carencia vibratoria se puede corregir recurriendo a las vibraciones musicales”.
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